Hoy vienen a mi mente tantos momentos que compartí a tu
lado.
Recuerdo tus ojos llenos de vida, ese brillo de tu rostro
que irradiaba ilusión, alegría. Tus risas, como me gustan tus risas.
Recuerdo cuando me decías que no te gustaba cualquier chico,
que buscabas alguien protector, seguro, que te cuidara.
Que feliz se te veía a su lado, encontraste la persona que
buscabas, paseabas orgullosa junto a él, decías que no te podía ir mejor, era
atento, protector, seguro, en fin que cumplía todo lo que buscabas en una
pareja.
Al tiempo te vino encima una mala racha, sufrías caídas muy
a menudo, te dabas golpes tontos, un día con el pico de una puerta, otro con la
esquina de una mesa………
Ya no quedábamos tanto, nuestras conversaciones eran cada
vez más escasas, fue inevitable hablar de ello y me decías que ya no era lo
mismo, que tenías novio y era lógico que a él no le hiciera gracia que quedaras
conmigo, pero en realidad ya no quedabas con nadie.
Tu cara, tus ojos, ya no eran los de antes, tu forma de
vestir había retrocedido, siempre pantalón, nada de escotes. Te habías ido a vivir
con él me decías que lo querías un
montón y que no podía vivir sin ti, que no paraba de repetírtelo.
Tuve que alegrarme por ti, aunque sentía que te engañabas,
sí, te engañabas, porque a mi no conseguiste convencerme.
Luego vinieron los hijos, primero Raquel y muy seguido
Ismael, hijos que colmaste de cariño y caricias, caricias que tú ya no
recibías. Una de las veces que pudimos coincidir hubiera preferido no verte ni a ti ni a tus hijos, algo en vuestros rostros me
decía que vuestra vida no era precisamente un camino de rosas. Recuerda que te
pregunté como te iba, tu respuesta siempre que muy bien. Te ofrecí mi ayuda la
cual rechazaste e incluso te llegó a molestar.
Ya ves, ahora estoy aquí frente a ti, pero no me hablas, no
sonríes, no miras a tus hijos.
Tu cara proyecta una palidez que no logra ocultar el
maquillaje. ¿Dónde está él?, sí, el protector, el que te hacía tan feliz, el padre de tus hijos.
Parece que te has vuelto a caer en casa, pero esta vez no
has tenido tanta suerte, las marcas de tu rostro lo dicen todo.
No puedo evitar que de mis ojos se descuelguen las lágrimas
contenidas al ver a tu lado a esos dos hijos que son tu vida.
Yo te quiero, siempre te quise, pero no fui lo que buscabas
y ahora estás aquí tumbada entre dos pequeñas paredes de caoba. Fría, semblante
impasible, tus ojos cerrados, y tres personas que lloran tu ausencia.
Siempre tendré la duda de si ahora estarías despierta si en
tu primera caída hubieses cogido mi mano.
“El me quiere” me decía, y con golpes la marcaba como al
ganado, ¡maldito cabrón!
José Torres
Siento que sus marcas me duelen a mí, me he sollado yo con sus caídas... No dejemos que nadie nos pise.. ni manos huérfanas cuando se tienden.
ResponderEliminarUna triste realidad que perdura en demasiados perfiles de nuestra sociedad.
ResponderEliminarSaludos, Pilar
Qué triste realidad...
ResponderEliminar¿Está buscando un préstamo? ¿Para préstamos comerciales o personales?
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El señor Pedro es un muy buen hombre con buenas intenciones.