domingo, 27 de febrero de 2011

Momentos

Tras un mediodía lleno de alborozo, me dispongo a atravesar la puerta que deja atrás esos momentos que día tras día me hacen sentir el centro de su universo.
Tomo el ascensor pensativo, con un sentimiento extraño, como si  me estuviera alejando de una parte de mi vida.
Llego a la calle y percibo el calor sofocante de un Julio que me agobia. Haciendo un esfuerzo me dispongo a cruzar ese asfalto pegajoso que me acompaña hasta el trabajo. Aún no he acabado de cruzar cuando oigo una voz fina, débil, apenada, que pronuncia la palabra. Me giro y siento un desgarro interior. Un ser pequeñito en el balcón, con los ojos inundados, derrama lágrimas cargadas de un ¡no te vayas!
Miro hacía arriba y con los ojos húmedos le transmito que sigo siendo suyo, que como cada día después del trabajo me tendrá, y seguiré haciéndola participe de tantas y tantas historias que son nuestras, adentrándonos en esos cuentos que tanto le gustan, contagiándole esa fantasía tan necesaria que  todavía conservo.
Le lanzo un beso, ella me responde con otro, y con un leve movimiento de su pequeña manecita recibo su adiós resignado.
La palabra que acompañaba esas lágrimas fue papá.
Y ahora soy yo el que desde el balcón veo como se aleja, con la esperanza de que algún día sea ella la que me haga participe de tantas y tantas historias que aún viven en nosotros.

                                                                 José Torres

2 comentarios:

  1. Dios.. se me han ido las palabras.. solo me quedan lágrimas en la cara.. jaja
    te quiero taaaaaaanto papa..

    ResponderEliminar